Ayer a las 22:44h iniciamos la llegada del otoño que durará ni más ni menos que 89 días y 20 horas, finalizando el 21 de diciembre.
El cambio de hora será el 27 de octubre
Entre las características peculiares del otoño está el cambio de hora, que en esta ocasión será efectivo el 27 de octubre, recuperando así el horario de invierno.
La dieta
mediterránea es probablemente una gran aliada en la alimentación otoñal.
Para
suministrarnos las vitaminas esenciales están los frutos de temporada, aquellos
de color amarillo oro: como la calabaza -que cocida, al horno o en menestra-
suministra una gran cantidad de vitamina A; o el caqui y las ensaladas de otoño,
como la endibia. Los tomates, que todavía siguen siendo ricos y sabrosos, siguen
siendo un punto de fuerza como condimento de la pasta, con albahaca y aceite de
oliva extra virgen.
También las
carnes blancas y el pescado son fundamentales en esta estación del año, óptimos
también los congelados, tan válidos desde el punto de vista nutritivo y de sabor
como los frescos. El vino, siempre en cantidad moderada, se conjunta
perfectamente en la mesa de otoño.
Con una
alimentación de este tipo, conseguiremos beneficiarnos de todos los elementos
indispensables para preparar el organismo a la llegada del invierno.
El otoño nos
devuelve a las obligaciones diarias y nos ayuda a ordenar de nuevo nuestra vida
tras la locura veraniega. Establecemos horarios, nos marcamos metas y debemos
afrontar un nuevo curso con energías renovadas. Aprovecha las propiedades de los
alimentos de temporada para calentar los días que se avecinan.
Los
Problemas del Otoño
La estación de
tránsito entre verano e invierno obliga a nuestro organismo a una serie de
adaptaciones. Para empezar hay que prepararse frente al descenso de las
temperaturas y eso lo hace nuestro cuerpo a través de un mayor consumo de
energía que precisa nuestro centro cerebral de regulación térmica.
Además, ese mayor gasto energético es uno de los factores que influyen en el descenso de nuestra capacidad de defensa frente a los gérmenes. Y como también el tiempo húmedo y templado es propicio para el desarrollo de muchos virus y bacterias aumenta el peligro de infecciones, especialmente del aparato respiratorio cuando los peligros del verano se centran más bien en las del aparato digestivo.
Además, ese mayor gasto energético es uno de los factores que influyen en el descenso de nuestra capacidad de defensa frente a los gérmenes. Y como también el tiempo húmedo y templado es propicio para el desarrollo de muchos virus y bacterias aumenta el peligro de infecciones, especialmente del aparato respiratorio cuando los peligros del verano se centran más bien en las del aparato digestivo.
También la
disminución de las horas de luz solar a través de la estimulación de los centros
cerebrales y sus conexiones con el sistema hormonal es uno de los elementos que
influyen en el aumento de los problemas de depresión y empeoran algunas
manifestaciones psicosomáticas típicas como pueden ser las gastritis y las
úlceras de estómago.
Es el momento de ir incluyendo en nuestra dieta los platos de cuchara que se abandonaron casi del todo en verano: cocidos, legumbres y guisos de patatas con carne o pescado alternados con una buena cantidad de verduras, ensaladas y frutas. Asimismo, es preciso aumentar la ingesta de lácteos para compensar el descenso de la síntesis de la vitamina D en nuestro organismo. Yogures, cuajadas, quesos frescos y todo tipo de derivados lácteos son un buen complemento a nuestra dieta ya que, además de su riqueza en calcio, aportan proteínas -de gran importancia a la hora de nuestra propia reconstrucción celular- y lactosa que ayudan a la transición entre la ligera alimentación veraniega y la más contundente invernal.
Es el momento de ir incluyendo en nuestra dieta los platos de cuchara que se abandonaron casi del todo en verano: cocidos, legumbres y guisos de patatas con carne o pescado alternados con una buena cantidad de verduras, ensaladas y frutas. Asimismo, es preciso aumentar la ingesta de lácteos para compensar el descenso de la síntesis de la vitamina D en nuestro organismo. Yogures, cuajadas, quesos frescos y todo tipo de derivados lácteos son un buen complemento a nuestra dieta ya que, además de su riqueza en calcio, aportan proteínas -de gran importancia a la hora de nuestra propia reconstrucción celular- y lactosa que ayudan a la transición entre la ligera alimentación veraniega y la más contundente invernal.
Una pieza
fundamental de la alimentación preventiva de otoño es la fruta que precisamente
la naturaleza nos brinda en el momento adecuado. Ahora empiezan a madurar los
cítricos. Naranjas, mandarinas y pomelos son las mejores fuentes de vitamina C,
de amplio y conocido papel antiinfeccioso, especialmente frente a las viriasis
propias de esta época.
La miel, además de aportar calorías de utilización rápida por su contenido en hidratos de carbono, es rica en jalea real -que aumenta el tono vital- y en própolis, el antibiótico natural de las colmenas, por lo que conviene incluir una pequeña cantidad diaria en nuestra dieta preventiva.
Es también una buena costumbre tomar infusiones después de las comidas, no sólo para ayudar a hacer una digestión que va a ser más pesada con los cambios de alimentación otoñal.
La miel, además de aportar calorías de utilización rápida por su contenido en hidratos de carbono, es rica en jalea real -que aumenta el tono vital- y en própolis, el antibiótico natural de las colmenas, por lo que conviene incluir una pequeña cantidad diaria en nuestra dieta preventiva.
Es también una buena costumbre tomar infusiones después de las comidas, no sólo para ayudar a hacer una digestión que va a ser más pesada con los cambios de alimentación otoñal.
Para prevenir los
catarros de otoño -y de cualquier época- es ideal el consumo de
cítricos (naranjas y limones), cuyo alto contenido en vitamina C ayuda a elevar
las defensas naturales del organismo. También son ricos en esta sustancia el
tomate y el kiwi.
Un buen vaso de zumo por la mañana y una infusión de tomillo - también de comprobados efectos preventivos- después de las comidas puede disminuir el riesgo catarral. Si a pesar de todo aparecen los primeros síntomas se debe aumentar el consumo de agua -hasta dos y tres litros diarios- para hacer las flemas más fluidas y ayudar al organismo a sus funciones de reparación.
Una buena receta de efectos casi inmediatos para la tos consiste en hervir una cebolla durante veinte minutos, echar ese agua cocida en un vaso de agua, añadir a la misma el zumo de un limón y dos cucharadas grandes de miel. Puede tomarse a cucharadas -como jarabe que es- para aliviar los golpes de tos.
Durante el período agudo catarral debe hacer una alimentación ligera, sin grasas ni excesos de proteínas que obliguen al organismo a un gasto excesivo de energía para su digestión. Sopas, verduras, alguna carne blanca y, sobre todo, mucho líquido, zumos de limón e infusiones contribuirán a acortar los síntomas catarrales y ayudarán a la inevitable convalecencia.
Un buen vaso de zumo por la mañana y una infusión de tomillo - también de comprobados efectos preventivos- después de las comidas puede disminuir el riesgo catarral. Si a pesar de todo aparecen los primeros síntomas se debe aumentar el consumo de agua -hasta dos y tres litros diarios- para hacer las flemas más fluidas y ayudar al organismo a sus funciones de reparación.
Una buena receta de efectos casi inmediatos para la tos consiste en hervir una cebolla durante veinte minutos, echar ese agua cocida en un vaso de agua, añadir a la misma el zumo de un limón y dos cucharadas grandes de miel. Puede tomarse a cucharadas -como jarabe que es- para aliviar los golpes de tos.
Durante el período agudo catarral debe hacer una alimentación ligera, sin grasas ni excesos de proteínas que obliguen al organismo a un gasto excesivo de energía para su digestión. Sopas, verduras, alguna carne blanca y, sobre todo, mucho líquido, zumos de limón e infusiones contribuirán a acortar los síntomas catarrales y ayudarán a la inevitable convalecencia.
Legumbres, setas, calabazas,
borrajas, manzanas, membrillos... son alimentos de otoño. No renuncies a ninguno
de ellos. Recuerda que una buena nutrición, basada en una alimentación sana y
variada, refuerza el sistema inmunológico y protege por tanto de contraer
enfermedades.
Recomendaciones
1. Come
Sano
Comienza el día con un
desayuno completo que te aporte la energía necesaria para afrontar la jornada
lleno de vitalidad. Con la llegada del otoño el organismo requiere de un mayor
aporte de calorías. Septiembre es tiempo de legumbres, patatas, setas y frutos
secos, sin olvidarnos de la fruta y verdura fresca (pera, manzana, cítricos,
berenjena, coliflor), del pescado (bonito, atún, sardina, lubina, rodaballo...)
y de la carne (codorniz, pato, jabalí, conejo, etc.). Llena tus menús otoñales
con alimentos de temporada en su estado natural; además de ser los más
saludables –conservan intactas todas sus propiedades nutritivas–, suelen ser
también los más económicos y los que menos perjudican el medio ambiente.
2.
Practica ejercicio físico
El sedentarismo
es uno de los principales males que aquejan a las sociedades modernas. Llevar
una vida activa, en la que la práctica regular de ejercicio físico juegue un
papel protagonista, ayuda a prevenir la obesidad y las enfermedades derivadas
del exceso de peso (diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, etc.).
Además, las personas que hacen deporte de forma habitual suelen tener hábitos de
vida más saludables.
Los expertos
aconsejan la práctica de ejercicios de tipo aeróbico, que son aquellos que ponen
en funcionamiento grandes grupos musculares (natación, montar en bicicleta o
correr).
Aprovecha
esta época para mejorar tu alimentación y regresar a los patrones de la dieta
mediterránea